Hace poco que salimos, y también hace poco que nos conocemos, ya que no te conocía hasta que un día apareciste ante mí de manera inesperada, con un sonrisa y una proposición que no puede sino aceptar. Sin embargo, no puedo evitar escribirte ahora para que decirte que no he sido nunca tan feliz ni he pasado mejores momentos con alguien, como los paso ahora contigo. Sé que la principio no era tan abierta y confiada como me gustaría haber sido, pero no estoy acostumbrada a que una persona desconocida me aborde en la calle para pedirme una cita. Eso sí, después ya casi no podíamos separar nuestros labios
Otro ejemplo es el de aquellos que lo hacen para quitarse de encima las responsabilidades convirtiéndose en otra persona. Luis cumple este rol. Haciendo de esclavo siente que da las riendas de su vida durante un tiempo a otra persona. Reduce la tensión constante de tener responsabilidades. Así pues, interpretando el rol de esclavo te alejas de quien eres en tu día a día. Te dejas mandar por una persona que te aísla de todo lo que te envuelve y te mantiene mentalmente en el aquí y el ahora, te desplaza los problemas y preocupaciones a otro plano. En definitiva, meterse en la piel de un esclavo sin responsabilidades es un antídoto - algo extremo - para sacarte a latigazos la toxicidad de la vida cotidiana. Los esclavos domésticos que te limpian la casa por el placer de servirte. Se trata de un problema auténtico y que, si no se soluciona a tiempo, puede empeorar y dar lugar a la llamada filofobia: el miedo irracional a enamorarse o comprometerse emocionalmente con alguien.
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